CICLO

Rigurosamente serio: el otro cine argentino contemporáneo

Cuatro cineastas ilusionados, a su modo, con el mundo y con sus cosas. Búsquedas del asombro en lo cotidiano que rompen, sin menosprecio, con la mirada catastrofista que impera en el cine de corte social. Cuatro títulos que encuentran el humor (y lo que surja) en la ruptura de los códigos, la carencia o el exceso, el histrionismo o el silencio. Películas que repiensan los géneros o inventan géneros que no existen.

  • Arturo a los 30 (Martin Shanly, 2023)

    4.06 a las 20:30h

    Esta comedia de errores gira en torno a un hombre desafortunado de 30 años llamado Arturo. Primero se desliza desde marzo de 2020 hasta la década anterior y luego vuelve de nuevo.

  • Juana Banana (Matías Szulanski, 2022)

    5.06 a las 20:30h

    Unos días en la vida de una joven que se enfrenta a sus decepciones y pequeñas tragedias mientras intenta encontrar su lugar en el mundo.

  • El coso (Néstor Frenkel, 2022)

    18.06 a las 20:30h

    Federico Manuel Peralta Ramos fue un artista creador de una obra efímera y eterna. Nació en una familia tradicional, pero la curiosidad lo impulsó a vivir entre la multitud iconoclasta y sin prejuicios de los años 60.

  • The Urgency of Death (Lucía Seles, 2023)

    19.06 a las 20:30h

    La hija del dueño de la cafetería tradicional «Confitería Ritz» de La Plata trabajó en las farmacias Ojeda, Sarti y Santa Lucía y ahora trabaja en la farmacia Santa Rosa. Odia vivir con otras personas.

Martín Shanly: «La risa es la respuesta a una verdad»

Probablemente la idea del ciclo Rigurosamente serio… empezó a crecer después de ver en el Festival de San Sebastián La práctica, la última película de Martín Rejtman (el quinto cineasta que habría entrado en este ciclo si no hubiera sido por la genial retrospectiva integral que Filmoteca Española le dedicó el mes pasado). Salí tan ilusionada tras ver al Esteban Bigliardi slapstickero que sólo me apetecía estar un ratillo más con la película, así que acabé yendo a la rueda de prensa con el director y el protagonista, y con la intención de sentarme en una esquina quietecita. Por desgracia para toda persona allí presente, en el último minuto acabé siendo ese ser repugnante que no tiene una pregunta sino un comentario al decirle a Rejtman algunas cosas a las que me recordaba su forma de usar el humor, simplemente como pretexto para poder preguntarle por recomendaciones de las cosas que a él le obsesionan, que era lo que de verdad me importaba. Creo que ahí, por su recomendación, apareció Arturo a los 30 (Martín Shanly, 2023) por primera vez, y siguió apareciendo una y otra vez a lo largo del tiempo, mientras seguía sintiéndome extraña por que una película tan devastadora me hubiera resultado tan divertida, o porque algo tan ingenioso tonal y estructuralmente me hubiera paralizado tanto. 

La semana pasada pude hablar con Martín Shanly por videollamada de la película que presentamos este martes 4 de junio en Cineteca Madrid. Como tampoco parecía adecuado estar quietecita en una esquina, le hice mil preguntas ininteligibles. Esto tan simpático es lo que quedó después de que Noah le pasara una bayeta.

Al componer el ciclo Rigurosamente serio…, elegimos cuatro películas con una forma de humor muy concreta, pero también muy distinta entre sí. Nos interesa mucho tu aproximación al humor porque creemos que, aunque no es exactamente el eje central de Juana a los 12 (2014) ni de Arturo a los 30 (2023), lo usas como forma de lidiar con lo que va pasando en la vida de los protagonistas de las dos películas. ¿Por qué te interesa esta forma de enfrentarte a la realidad? ¿Es una forma más personal de filmar la emoción?

Sí. Si bien en Juana hay momentos ligeros, tonalmente se la come más la cosa de la observación, de explorar el personaje desde la cotidianidad. Creo que con Arturo hubo una intención de abrazar un poco más la comedia, de decir: «Sí, esto es una comedia, con chistes y remates y esas cosas». Hay algo muy medicinal en el hecho de reírse. La risa es algo tan inconsciente y tan corporal que, si seguís como brújula lo que te hace reír, llegás a lugares muy sorprendentes y nuevos para uno mismo. Siento que la risa es algo que sucede cuando te enfrentás a algo muy verdadero y, como no podés lidiar con ello, lo único que hacés es reírte. Es la respuesta a una verdad. 

¿Qué obras (películas, libros…) te parecen especialmente graciosos o representativos de tu forma de entender el humor?

Algo en la falta de autopercepción de los personajes me parece siempre muy gracioso, gente que no se da cuenta de cómo es, que se cuenta a sí misma una historia muy diferente para poder lidiar con la situación. Creo que el personaje que actúa Paula Grinszpan en la película [Majo] es el que mejor ejemplifica esto. Esa sensación de alguien que habla muy bien de sí mismo, como que no se da cuenta. Me parece algo muy gracioso, alguien que no se da cuenta de que está siendo un poco pesado. Pensando en obras que me remiten a esto… Hace poco volví a ver una serie que me encanta que se llama Enlightened [Iluminada, Mike White, 2011]. Esa serie me hace reír mucho.

Justo esto que mencionas sobre la gente que no tiene autopercepción o no es autoconsciente me recuerda al efecto que ocurre cuando filmas a una persona y se genera una reactividad que hace que nunca se comporte exactamente igual que cuando está siendo mirada. Antes hablabas del aspecto más observacional de Juana a los 12. Siendo la actriz que interpreta a Juana [Rosario Shanly] tu hermana en la vida real, quería preguntarte: ¿Cómo fue trabajar con ella este personaje? ¿Se refleja tu manera de mirarla normalmente en tu manera de filmar? ¿Qué cosas de ella crees que son imposibles de capturar?

Creo que también pasa algo con la persona que mira. Hay algo mágico que sucede con sus impresiones a la hora de filmar. Yo generalmente trabajo con amigos, y realmente creo que el cariño se traduce cuando uno filma a alguien que quiere. Es misterioso, no entiendo bien cómo pasa. Con respecto a Juana, desde que mi hermana nació yo siempre tuve una camarita (ahora ya no porque ya es grande), y en nuestra relación había algo de lo que la cámara era parte. Siempre la hacía actuar en cosas, hacíamos cortos, aparecía en todos mis trabajos de la universidad, así que nunca estaba intimidada porque yo la apuntase con una cámara. Además ella no tenía el más mínimo interés en participar en la película. No tenía idea de qué se trataba y le daba igual. Mientras filmábamos le decía más o menos de qué era la escena. Y ella decía «bueno», y lo hacía. Creo que hay algo de ese desinterés que terminó sumando mucho al personaje. También la sorpresa al reaccionar a situaciones en tiempo real: como no tenía ni idea, reaccionaba de la forma más real posible. No había guión ni nada así.

¿Y cómo crees que cambia tu mirada cuando filmas a otras personas respecto a cuando te estás filmando a ti mismo? Como en este caso, siendo el protagonista de Arturo.

Arturo fue un cambio muy grande con respecto a Juana en el sentido de que yo no estaba atrás de la cámara. Eso lo sufrí bastante, porque no tenía tanto control sobre la imagen como me hubiese gustado. Confié mucho en el director de fotografía [Federico Lastra], que escribió la película conmigo y estaba muy conectado con la historia y con cómo queríamos que se sintiera todo. Su mirada es importante, porque delegué mucho en él, y también estuvo muy metido en la dirección de actores. Creo que es algo que no repetiría de la misma forma, porque me encontré extrañando mucho estar del otro lado. Poder controlar todo. Tener un rol múltiple fue un poco abrumador. 

¿Crees que al ser tú mismo el protagonista puedes permitirte ser más cruel con el personaje? Manipularlo más, o llevarlo a unos límites que no te permitirías si fuera otra persona.

Nunca lo había pensado de esa forma, pero sí. Por suerte, al actuar yo en la película, necesité muchos colaboradores a nivel guión, y sí me parecía que el cariño hacia el personaje venía más de los otros que de mí. Por eso creo que se dio el balance. Editar fue fascinante porque vi que exige un nivel de autocompasión que es muy complicado por momentos. 

Leí que habías estado filmando Arturo a los 30 durante unos cinco años, y quería preguntarte si ha cambiado tu manera de pensar la película, la forma de los personajes o de la historia a lo largo de ese tiempo. Incluso si has ido corrigiendo algunas cosas que tenías ya hechas de otra forma al principio.

Sí, definitivamente. La película cambió totalmente. Originalmente tenía una estructura episódica, los flashbacks eran más como capitulitos en la vida, y había muchos más. Así que mucha de la reescritura fue elegir qué tirar a la basura y qué no. Además, la historia se centraba más en otros personajes, con Arturo ahí medio acompañando. 

Sí, como si fuera el personaje secundario de la vida de los otros.

Claro, pero él era el único personaje que se repetía, y no te enterabas bien de quién era él y a cuentagotas te ibas enterando. Se te iba armando un panorama, pero siempre él siendo una figura secundaria. Con el pasar de los años, esa forma empezó a perder peso porque apareció esta otra idea de capitalizar el paso del tiempo, y el hecho de que los niños crecen. Apareció la idea de que el último capítulo, que es el casamiento, es el presente de la película desde el que se desprenden todos los demás flashbacks, y que todos los personajes de esos capítulos están en la boda. Como no era la idea original, se fue reescribiendo constantemente durante el rodaje. Por eso también hay tantos guionistas en la película, porque al ser tanto tiempo también la vida te separa de la gente. Cada persona vino con algo que me sirvió para rebotar ideas y le puso su impronta a la película, cosa por la que estoy muy agradecido.

Las dos películas que has hecho hablan mucho de crecer, y quería preguntarte si, en el tiempo que ha pasado (desde que hiciste Juana hasta después de montar Arturo), hay algo que haya ido cambiando en tu idea de lo que te interesa del cine. ¿Hay una cosa que busques ahora en él y antes no?

Definitivamente hay cosas que me atacan a las noches y digo «uy…». No sé qué cambió, quizás había una idea un poco más romántica del cine cuando sos un poco más chico, de dedicar toda tu vida a eso no importa que pase… que supongo que ya no. Me encanta que las películas se vean, me encanta que existan y me encanta que estén dando vueltas, pero al mismo tiempo ya no soy tan ignorante de lo que conlleva hacer una película como para lanzarme a hacerla de la forma en la que venía haciéndolo. Tiene que valer mucho la pena para hacerlo, es un esfuerzo muy grande y ya no puedo hacerme el tonto con eso. 

En Juana a los 12 la protagonista es el personaje más opaco, al que podemos entender sobre todo en base a sus reacciones ante la forma en la que otras personas interactúan con ella. Y sin embargo, en Arturo a los 30 introduces una voz en off del personaje principal que hace que podamos conocer hasta sus pensamientos. Quería preguntarte por cómo vas pensando el interior del personaje y la posibilidad (o no) de hacerlo explícito al espectador.  

La voz en off fue una idea que se tomó bastante avanzado el proceso. Encontrar el tono de esa voz fue muy difícil, porque no es un recurso que me llamara la atención para nada. Yo no suelo ser ese tipo de escritor. Pero era muy útil a nivel organizativo, para dar información fácil y rápida. En Arturo hay tantas pelotas en el aire, tantas subtramas e historias, que la voz organizaba algo y dejaba claro que era difícil comunicar a través de diálogos. La idea de la voz, aunque no sé hasta qué punto se logró el cometido, también era que constantemente lo expusiera como un mentiroso. Que sus recuerdos de las cosas o la historia que escribe en el diario no sea exactamente lo que pasó, sino que también se está cuidando su propia imagen a él mismo. Esas mentiras que él se cuenta a él mismo son interesantes y muy reveladoras del personaje. Como el hecho de que diga «fumé una o dos secas» mientras lo ves fumando mucho más… me parecía gracioso. Me preguntabas antes cosas de las que me arrepiento: me hubiese gustado que la voz tenga más de ese contraste con la realidad.

¿Con qué tipo de cine relacionas tus películas? Porque muchas veces se traza una continuidad con lo que se tiene más a mano, como con cineastas argentinos de tu época o algo así, pero a lo mejor tú percibes tu forma de ver el cine más cercana a otros cineastas u otras películas.

Casi nunca se me ocurre nada cuando me hacen estas preguntas, fue gracioso que antes se me ocurrió Enlightened. En Argentina creo que todos somos un poco discípulos de Rejtman y de Martel.

¿Qué pregunta le harías a otro director si pudieses cotillear cómo piensa? 

Qué buena pregunta. Hay algo de la disciplina a la hora de escribir un guión que siempre me genera mucha curiosidad. Los procesos creativos en ese sentido práctico, cómo llevar la escritura a una cosa más tangible… Creo que a diferentes cineastas les haría diferentes preguntas, pero sí: cómo convertir un conjunto de ideas en un guión. 

Empezaste con Juana a los 12, luego Arturo a los 30… ¿Tienes esta idea de seguir continuando por etapas vitales a lo largo de tu filmografía?

No, creo que ya me alcanzó. Necesito ser un poco más grande. La cosa que estoy escribiendo es como un volantazo hacia otra dirección, hacia otros géneros. Tiene elementos más fantasiosos… no sé, vamos a ver qué sale. Si algún día se hace, porque la situación del cine en Argentina está un poco… 

Ya. He visto que ahora quieren cobrar por inscribir películas en el Festival Mar del Plata. 

Es una locura. Desfinanciar las películas argentinas y después cobrarles para presentarlas en un festival suena a burla. 

[La intención de desmantelamiento del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) de Argentina por parte del gobierno de Javier Milei se está evidenciando a diario por numerosas medidas; retirada de subvenciones, despidos masivos… En los días previos a esta entrevista se publicó en las bases del Festival Mar del Plata  —el principal festival de cine de Argentina y uno de los más importantes del mundo, donde salió premiada Arturo a los 30— la nueva obligatoriedad del pago de una cuota para poder inscribir en él las películas, razón por la que supongo preguntamos por esta cosa y no otra. Aunque esto no estaba sobre la mesa cuando empezamos a plantear el ciclo, este sí tiene que ver con el lugar del cine argentino en los festivales internacionales, y concretamente con algo que dijo el mismo Esteban Bigliardi en la rueda de prensa del SSIFF que mencionaba al principio: «Hay quien espera que Sudamérica venda marginalidad, cuando aquí hay un humor muy propio que tiene que ver también con nuestra tragedia e implica otras formas de expresarse»]. 

«Yo no soy serio. No hago películas serias». Conversación con Matías Szulanski

Uno de los elementos centrales de Juana Banana y del ciclo «Rigurosamente serio…» es la risa: la risa compulsiva de la protagonista, la risa triste, una risa que tiene que ver con lo psicológico, pero que también es social porque a Juana no dejan de pasarle cosas difíciles… ¿Qué importancia tiene para ti la risa? 

Es importante la risa, sí. Quizás como manera de salirse de una situación o enfrentar una situación incómoda. Te reís porque no sabés que hacer, te reís o llorás. Y reírte es una forma de mostrarte menos vulnerable.

Haces muchísimas películas, a veces varias en el mismo año o a la vez [Matías Szulanski ha estrenado 12 películas en 10 años]. ¿Cómo afecta eso a la evolución de lo que te interesa o te apetece hacer en el cine, se acelera o se aletarga? ¿Cómo encaja Juana Banana en tu filmografía en ese sentido y cómo la ves desde el punto en el que estás ahora?

No sé si evoluciono, pero sí cambio. Juana Banana es una película muy personal que habla sobre mis ansiedades, frustraciones, miedos y esas cosas. Es una película con un lugar especial. Pero sí que se le pierde la perspectiva a las películas, porque mientras estoy en la producción de unas, estoy arrancando otras. Pensando en la siguiente y demás. A veces las veo con el tiempo y digo “Ah, mira, estuvo bien”. O “No, qué hice, dónde me metí, hice cualquier cosa”. Es verdad que no me gusta enamorarme mucho de un proyecto y quedarme ahí porque si no... qué sé yo.

¿Qué es lo que harías de forma diferente ahora?

Un montón de cosas. Desde algún tipo de humor, o cómo hacer un chiste, o no meter un chiste, o sí meter un chiste, o sacar un chiste que está puesto... De pronto muchas decisiones que por ahí pensé que eran buenas ideas, pero que no encajaban con la película, y las metí igualmente. Luego me di cuenta de que no iban bien. 

¿En Juana Banana también? 

Sí hay, hay una cosita. 

¿Nos la cuentas? 

Cuando Juana se despierta en casa del novio a la mañana siguiente de la escena de sexo, que la hermana le hace ese chiste como de que no puede abrir la mermelada y la deja medio abierta para que él la abra y luego decir “Ay, sí, qué fuerza tenés…” y reírse del hermano por el ruido que habían hecho anoche. Ese chiste quedó medio… no sé. O quizás haber movido la cámara de más, o no haber movido la cámara, o un montaje que no me dio de alguna manera, o no haber hecho una toma porque en el momento ya estaba recansado y dije “bueno, así está bien” y no lo estaba. Ese tipo de cosas.  

¿Identificas tu cine con algún otro cineasta o corriente? 

Yo no soy serio, viste. No hago películas serias, entonces no sabría decir. No voy a decir que los que me gustan hacen lo mismo que yo porque sería como sumarme a eso y ellos son buenísimos. Sí me inspira mucho, por ejemplo, la movida del mumblecore, que es el ciclo americano que empezó en 2002 con Funny Ha Ha [Andrew Bujalski, 2005] y después con Joe Swanberg y demás… por la cantidad de películas que hacían, la variedad, y cómo aunque una película se parecía a otra era una cosa distinta igual. Era una máquina de hacer. Terminas de ver una película y te dan ganas de salir a filmar, que para mí es lo mejor, porque son muy sencillas, muy chiquitas, en el mejor sentido de la palabra. También me inspira mucho cuánto hace Hong Sang-soo, que es que sale, filma una peli en tres días y después hace otra, y otra, y otra, y tiene 60 años y ha empezado a hacer tres o cuatro por año.

Nosotras te comparábamos en broma con él por la cantidad de películas que hacéis. Es una forma de crear muy interesante.

No, pero Hong Sang-soo es bueno y tiene un estilo. Yo todavía no.

¿Cuánto tardas en hacer una película desde que empiezas a pensarla hasta que acabas de filmarla?

Eso varía muchísimo. Juana Banana la escribí originalmente en 2019. Y entre la pandemia y que se había parado todo, no hice nada. La filmamos en 2021. De Último recurso yo había hecho el guión en 2018 y me había gustado mucho, pero no la activamos hasta 2021 y se estrenó en 2023. Después este año sacamos una película que se llama Berta y Pablo [2024] que la filmamos el marzo pasado y la idea la empezamos a pensar en enero o febrero. Una peli mucho más de guerrilla.

Juana se obsesiona con un libro que parece cualquier cosa pero acaba resultándole trascendental y cambiando su vida. ⁠¿Nos recomiendas un libro así?

Hay dos libros que han sido así para mí. Uno es Pulp de Bukowski, que me encantó. Es una novela que no tiene nada que ver con lo que hace Bukowski. No es de esas autobiográficas, aparece muy poquitito su personaje. Siempre me fascinó y siempre quise hacer algo así, en película o escrito. Algo, no sé. Y otra es un libro que fue la primera novela que leí, que se llama Mashenka. Fue la primera novela que escribió Nabokov. A mí todavía no me gustaba el cine cuando la leí y aún así hizo que me empezaste a interesar. Que empezase a decir como “che, esto del cine estaría buenísimo”. Habla mucho sobre la distancia, el extrañamiento y también los celos y el recuerdo del amor. No el amor, sino el recuerdo del amor. Me fascinó.

¿Es frustrante hacer una película? 

Sí. Siempre me estoy arrepintiendo de por qué me metí en esto. O sea, más fácil no hacerlo y estar tranquilo. Pero, a fin de cuentas, cuando lo hago lo disfruto mucho. Y después el estreno es muy gratificante. O ver la peli proyectada o que la gente la vea en las compus (a mí me da lo mismo dónde se vea). Pero sí es muy frustrante, es como ir de frustración en frustración y tener que remar. Igual los argentinos somos buenos en soportar la frustración. 

¿Sí? 

Sí, porque vivir en Argentina es un quilombo. Entonces imagínate tratar de hacer cualquier cosa.

¿Qué es lo más absurdo que os pasó durante el rodaje de Juana Banana

A ver, déjame pensar. Fue grande el COVID y que todo el tiempo se bajasen los actores porque habían dado positivo. Los teníamos que reemplazar con dos días de antelación y pedirles que sean hisopados y todo eso. [Szulanski explica en otra entrevista que a Julieta Raponi, la actriz maravillosa que hace de Juana, la encontró por casualidad en su feed de Instagram y le llamó la atención su cara, por eso la llamó. Fue uno de esos reemplazos de último momento porque la protagonista dio positivo]. Ay, no sé. Tengo que pensarlo, pero todas las cosas me parecen como muy raras. Una locación, el jardín con la casona en la que se hace el casamiento de la hermana, la habíamos alquilado para filmar, pero no sabían que venía tanta gente. Cuando vinieron los dueños se dieron cuenta de verdad de la cantidad de gente que había, entre extras y demás, y nos querían sacar o hacernos pagar tanto más por cada persona. Un lío. Y después se fueron con el dinero del seguro de la locación y los tuvimos que perseguir para que nos devuelvan la plata esa. Tampoco era mucho dinero pero era absurdo preocuparse por esas cosas.

¿Cuál es la cosa que más gracia te ha hecho últimamente?

¿De qué aspecto?

El que quieras.

Hoy me chocó un auto.

¿Cómo?

Sí, en el centro. Yo estaba caminando y sentí que algo me estaba empujando y pensé que era alguien empujando una valija o algo. Me doy la vuelta y hay un taxi avanzando. El hombre estaba mirando a otro lado y yo lo golpeé, y ahí me miró y me dijo "disculpa". Me pareció gracioso. No me lastimó de nada.

Te devuelvo la pregunta que tu personaje le hace a Juana en la película: ¿Prefieres hacer una peli en la que no te paguen nada y que te encante, o ganar diez millones de pesos con una que es una mierda?

Quizás haría primero la que me da mucho dinero para poder hacer las que yo quiero. Empecé la película escribiendo esa conversación, que fue una conversación que tuve de verdad con la actriz que originalmente iba a hacer de Juana. Yo había visto una película mexicana que se llama Rezeta [Fernando Frías, 2012] buenísima. Nunca más la volví a ver en ningún lado, había estado en Netflix en su momento. Trata de una modelo de Albania que va a México y no sé, me había interesado mucho cómo retratar eso. Entonces conocí a una que era modelo y le dije che, tomamos un café, y ella me contó que además actuaba (yo sabía que actuaba porque había actuado en una película antes) y ahí me empezó a contar de su frustración como actriz. O sea, no de frustración pero de ir a castings y de remarla y el trabajo que es como ir, ir, ir, ir y eso. La conversación es casi igual que esa.

¿Aún no sabías que ibas a hacer esta película?

No, yo creía que iba a hacer una película más como Rezeta. Después nada que ver. Buenísima, la tenéis que ver. 

Te íbamos a pedir que nos recomendases una película.

Igual quiero recomendar otra que es The Pleasure of Being Robbed, de Josh Safdie [2008]. Antes de que los Safdie filmen Go Get Some Rosemary [2009], Josh hizo una película solo, que es esta. Es mi película favorita.

Leí en una entrevista que Juana Banana estaba rodada en tu barrio, que es uno de los barrios con más judíos de Argentina.

Sí, Villa Crespo.

Me llama la atención en el contexto de tus películas verte a ti con tzitzit, con kipá. ¿Cómo se relaciona tu cine con la religión o la cultura judía, son complementarios o más bien opuestos?

Yo trato de no hacer cosas judaicas porque me parece que si las hago las tengo que hacer bien. No me gusta cuando en Argentina se hace mucho judaísmo for export en las películas. Ponele que la historia tiene que ver y está todo bien, pero de repente ponen actores con cara de españoles a hacer de un judío ashkenazí ruso. O los detalles como la kipá que usan, cómo tienen el pelo, todo eso. Me parece muy burdo. Cuando haga algo judío quiero hacerlo bien hecho. 

En tu película está bien hecho, aun cuando son casi detalles en el fondo. Lo pensé al verte a ti, a tu mujer y a un hasid que está viendo los cuadros en un momento dado.

¡Ah, mira, lo reconociste! Es mi rabbi. Siempre le digo si quiere venir a ver algún rodaje y ese día vino y le dije bueno, ¿querés aparecer? Mi esposa también es mi esposa de verdad.

Me gusta y me choca, porque para mí la religión existe un poco en oposición a cosas como el cine. 

El Rebe de Jabad dice que si uno tiene un oficio en el que se considera que puede hacer cosas bien lo tiene que aprovechar para hacer lo mejor posible, no dejarlo de lado. Trato de hacer eso de alguna manera. No hago películas judías pero los rodajes son kosher. Así si hay actores judíos comen comida kosher y se ponen los tefilin. A lo mejor porque yo vi todo tipo de películas antes, no nací así religioso. Me crié con todo tipo de cine y ese es el cine que hago. 

Como el mumblecore. Ahora que Irene está en Chicago no dejamos de bromear con que a ver si queda con Joe Swanberg y lo entrevista. 

¡Yo lo vi hace poco a Joe Swanberg! Lo vi en el Mar del Plata y pasó Juana Banana en su cine. Lo readmiro, es un capo. Y también con Andrew Bujalski, el director de Funny Ha Ha. Tengo una anécdota rebuena con él. Yo no sabía que iba a venir al festival y le vi en el pasillo del hotel. Le pregunté: “¿Vos sos Andrew Bujalski? Me encanta su cine, bla, bla”, y le dije que iban a poner mi película. Pensaba que no iba a venir, pero me dijo “bueno, te espero en el lobby”. Entonces fuimos en auto a encontrarnos en un barcito con todo el resto del equipo, al lado del cine, y yo llevaba bananas para repartir a la gente. Así que estaba yo, de noche, en el coche con Andrew Bujalski y con una bolsa de bananas enorme. Para mí es uno de los grandes, de los que más ganas me dieron de hacer películas. Fue buenísimo. Me dijo que quería hacer una película en Argentina. Pero nunca la hizo.

A nosotras también nos han dicho que iban a hacer películas en Madrid y…

¡Yo lo voy a hacer! Me traje la cámara y estuve filmando hoy. Contacté a través de unos conocidos con una chica argentina que está viviendo en Madrid. Vive acá pero va a venir a Buenos Aires dentro de unos meses y mi idea es terminar de filmar algunas cosillas de interiores ahí. Pero me he recorrido todo Madrid.

Matías Szulanski tuvo la amabilidad de demostrarlo enviándonos desde Argentina esta still del metraje que filmó en Madrid. Todavía te puedes fiar de la gente.