«Yo no soy serio, no hago películas serias». Conversación con Matías Szulanski

Por Noah Benalal

Matias Szulanski interpreta un papel secundario en Juana Banana (2022), donde también aparecen brevemente su rabino y su mujer.

A veces pasan cosas maravillosas y difíciles de creer. Lo sabe bien Juana, la protagonista de una película personalísima con la que Matías Szulanski transita muchos espacios intermedios. Entre lo mundano y lo fantástico, la risa y el llanto, amigos buenos y amigos malos, iluminación y depresión profunda, vagan individuos que experimentan, a veces, momentos de brillo y transformación. Pero para eso hay que creer primero en lo posible, en la ficción. Hay que creer, por ejemplo, que un segundo puedes estar sentada en el trabajo rellenando un Excel y al siguiente conversando animadamente con el director de la película que más sitio ocupa en tus pensamientos últimamente. Gracias a la visita del argentino Matías Szulanski a Madrid para presentar su Último recurso (2023) en el festival Rizoma, este roedor tuvo la oportunidad de charlar con él sobre Juana Banana, el título que proyectamos el próximo 5 de junio en Cineteca Madrid.

El tiempo vuela, un vaso de agua se apura rápido, hay películas que ver y aviones que coger. Así que vamos con prisa, pero da tiempo a todo. Hablamos de la influencia del mumblecore como estética y forma de producción, la tendencia a acumular y no parar de hacer nunca, obsesiones literarias, absurdos cotidianos y hasta la conciliación entre cine y religión. Luego entro a ver Último recurso (2023), que es una película divertidísima con la mejor premisa imaginable, y durante un instante al final reconozco en ella a Juana. Aparece asalvajada, riendo, en pleno juego con amigos en un bar. Se la ve bien, y eso termina de alegrarme el día.

Uno de los elementos centrales de Juana Banana y del ciclo «Rigurosamente serio…» es la risa: la risa compulsiva de la protagonista, la risa triste, una risa que tiene que ver con lo psicológico, pero que también es social porque a Juana no dejan de pasarle cosas difíciles… ¿Qué importancia tiene para ti la risa? 

Es importante la risa, sí. Quizás como manera de salirse de una situación o enfrentar una situación incómoda. Te reís porque no sabés que hacer, te reís o llorás. Y reírte es una forma de mostrarte menos vulnerable.

Haces muchísimas películas, a veces varias en el mismo año o a la vez [Matías Szulanski ha estrenado 12 películas en 10 años]. ¿Cómo afecta eso a la evolución de lo que te interesa o te apetece hacer en el cine, se acelera o se aletarga? ¿Cómo encaja Juana Banana en tu filmografía en ese sentido y cómo la ves desde el punto en el que estás ahora?

No sé si evoluciono, pero sí cambio. Juana Banana es una película muy personal que habla sobre mis ansiedades, frustraciones, miedos y esas cosas. Es una película con un lugar especial. Pero sí que se le pierde la perspectiva a las películas, porque mientras estoy en la producción de unas, estoy arrancando otras. Pensando en la siguiente y demás. A veces las veo con el tiempo y digo “Ah, mira, estuvo bien”. O “No, qué hice, dónde me metí, hice cualquier cosa”. Es verdad que no me gusta enamorarme mucho de un proyecto y quedarme ahí porque si no... qué sé yo.

¿Qué es lo que harías de forma diferente ahora?

Un montón de cosas. Desde algún tipo de humor, o cómo hacer un chiste, o no meter un chiste, o sí meter un chiste, o sacar un chiste que está puesto... De pronto muchas decisiones que por ahí pensé que eran buenas ideas, pero que no encajaban con la película, y las metí igualmente. Luego me di cuenta de que no iban bien. 

¿En Juana Banana también? 

Sí hay, hay una cosita. 

¿Nos la cuentas? 

Cuando Juana se despierta en casa del novio a la mañana siguiente de la escena de sexo, que la hermana le hace ese chiste como de que no puede abrir la mermelada y la deja medio abierta para que él la abra y luego decir “Ay, sí, qué fuerza tenés…” y reírse del hermano por el ruido que habían hecho anoche. Ese chiste quedó medio… no sé. O quizás haber movido la cámara de más, o no haber movido la cámara, o un montaje que no me dio de alguna manera, o no haber hecho una toma porque en el momento ya estaba recansado y dije “bueno, así está bien” y no lo estaba. Ese tipo de cosas.  

¿Identificas tu cine con algún otro cineasta o corriente? 

Yo no soy serio, viste. No hago películas serias, entonces no sabría decir. No voy a decir que los que me gustan hacen lo mismo que yo porque sería como sumarme a eso y ellos son buenísimos. Sí me inspira mucho, por ejemplo, la movida del mumblecore, que es el ciclo americano que empezó en 2002 con Funny Ha Ha [Andrew Bujalski, 2005] y después con Joe Swanberg y demás… por la cantidad de películas que hacían, la variedad, y cómo aunque una película se parecía a otra era una cosa distinta igual. Era una máquina de hacer. Terminas de ver una película y te dan ganas de salir a filmar, que para mí es lo mejor, porque son muy sencillas, muy chiquitas, en el mejor sentido de la palabra. También me inspira mucho cuánto hace Hong Sang-soo, que es que sale, filma una peli en tres días y después hace otra, y otra, y otra, y tiene 60 años y ha empezado a hacer tres o cuatro por año.

Nosotras te comparábamos en broma con él por la cantidad de películas que hacéis. Es una forma de crear muy interesante.

No, pero Hong Sang-soo es bueno y tiene un estilo. Yo todavía no.

¿Cuánto tardas en hacer una película desde que empiezas a pensarla hasta que acabas de filmarla?

Eso varía muchísimo. Juana Banana la escribí originalmente en 2019. Y entre la pandemia y que se había parado todo, no hice nada. La filmamos en 2021. De Último recurso yo había hecho el guión en 2018 y me había gustado mucho, pero no la activamos hasta 2021 y se estrenó en 2023. Después este año sacamos una película que se llama Berta y Pablo [2024] que la filmamos el marzo pasado y la idea la empezamos a pensar en enero o febrero. Una peli mucho más de guerrilla.

Juana se obsesiona con un libro que parece cualquier cosa pero acaba resultándole trascendental y cambiando su vida. ⁠¿Nos recomiendas un libro así?

Hay dos libros que han sido así para mí. Uno es Pulp de Bukowski, que me encantó. Es una novela que no tiene nada que ver con lo que hace Bukowski. No es de esas autobiográficas, aparece muy poquitito su personaje. Siempre me fascinó y siempre quise hacer algo así, en película o escrito. Algo, no sé. Y otra es un libro que fue la primera novela que leí, que se llama Mashenka. Fue la primera novela que escribió Nabokov. A mí todavía no me gustaba el cine cuando la leí y aún así hizo que me empezaste a interesar. Que empezase a decir como “che, esto del cine estaría buenísimo”. Habla mucho sobre la distancia, el extrañamiento y también los celos y el recuerdo del amor. No el amor, sino el recuerdo del amor. Me fascinó.

¿Es frustrante hacer una película? 

Sí. Siempre me estoy arrepintiendo de por qué me metí en esto. O sea, más fácil no hacerlo y estar tranquilo. Pero, a fin de cuentas, cuando lo hago lo disfruto mucho. Y después el estreno es muy gratificante. O ver la peli proyectada o que la gente la vea en las compus (a mí me da lo mismo dónde se vea). Pero sí es muy frustrante, es como ir de frustración en frustración y tener que remar. Igual los argentinos somos buenos en soportar la frustración. 

¿Sí? 

Sí, porque vivir en Argentina es un quilombo. Entonces imagínate tratar de hacer cualquier cosa.

¿Qué es lo más absurdo que os pasó durante el rodaje de Juana Banana

A ver, déjame pensar. Fue grande el COVID y que todo el tiempo se bajasen los actores porque habían dado positivo. Los teníamos que reemplazar con dos días de antelación y pedirles que sean hisopados y todo eso. [Szulanski explica en otra entrevista que a Julieta Raponi, la actriz maravillosa que hace de Juana, la encontró por casualidad en su feed de Instagram y le llamó la atención su cara, por eso la llamó. Fue uno de esos reemplazos de último momento porque la protagonista dio positivo]. Ay, no sé. Tengo que pensarlo, pero todas las cosas me parecen como muy raras. Una locación, el jardín con la casona en la que se hace el casamiento de la hermana, la habíamos alquilado para filmar, pero no sabían que venía tanta gente. Cuando vinieron los dueños se dieron cuenta de verdad de la cantidad de gente que había, entre extras y demás, y nos querían sacar o hacernos pagar tanto más por cada persona. Un lío. Y después se fueron con el dinero del seguro de la locación y los tuvimos que perseguir para que nos devuelvan la plata esa. Tampoco era mucho dinero pero era absurdo preocuparse por esas cosas.

¿Cuál es la cosa que más gracia te ha hecho últimamente?

¿De qué aspecto?

El que quieras.

Hoy me chocó un auto.

¿Cómo?

Sí, en el centro. Yo estaba caminando y sentí que algo me estaba empujando y pensé que era alguien empujando una valija o algo. Me doy la vuelta y hay un taxi avanzando. El hombre estaba mirando a otro lado y yo lo golpeé, y ahí me miró y me dijo "disculpa". Me pareció gracioso. No me lastimó de nada.

Te devuelvo la pregunta que tu personaje le hace a Juana en la película: ¿Prefieres hacer una peli en la que no te paguen nada y que te encante, o ganar diez millones de pesos con una que es una mierda?

Quizás haría primero la que me da mucho dinero para poder hacer las que yo quiero. Empecé la película escribiendo esa conversación, que fue una conversación que tuve de verdad con la actriz que originalmente iba a hacer de Juana. Yo había visto una película mexicana que se llama Rezeta [Fernando Frías, 2012] buenísima. Nunca más la volví a ver en ningún lado, había estado en Netflix en su momento. Trata de una modelo de Albania que va a México y no sé, me había interesado mucho cómo retratar eso. Entonces conocí a una que era modelo y le dije che, tomamos un café, y ella me contó que además actuaba (yo sabía que actuaba porque había actuado en una película antes) y ahí me empezó a contar de su frustración como actriz. O sea, no de frustración pero de ir a castings y de remarla y el trabajo que es como ir, ir, ir, ir y eso. La conversación es casi igual que esa.

¿Aún no sabías que ibas a hacer esta película?

No, yo creía que iba a hacer una película más como Rezeta. Después nada que ver. Buenísima, la tenéis que ver. 

Te íbamos a pedir que nos recomendases una película.

Igual quiero recomendar otra que es The Pleasure of Being Robbed, de Josh Safdie [2008]. Antes de que los Safdie filmen Go Get Some Rosemary [2009], Josh hizo una película solo, que es esta. Es mi película favorita.

Leí en una entrevista que Juana Banana estaba rodada en tu barrio, que es uno de los barrios con más judíos de Argentina.

Sí, Villa Crespo.

Me llama la atención en el contexto de tus películas verte a ti con tzitzit, con kipá. ¿Cómo se relaciona tu cine con la religión o la cultura judía, son complementarios o más bien opuestos?

Yo trato de no hacer cosas judaicas porque me parece que si las hago las tengo que hacer bien. No me gusta cuando en Argentina se hace mucho judaísmo for export en las películas. Ponele que la historia tiene que ver y está todo bien, pero de repente ponen actores con cara de españoles a hacer de un judío ashkenazí ruso. O los detalles como la kipá que usan, cómo tienen el pelo, todo eso. Me parece muy burdo. Cuando haga algo judío quiero hacerlo bien hecho. 

En tu película está bien hecho, aun cuando son casi detalles en el fondo. Lo pensé al verte a ti, a tu mujer y a un hasid que está viendo los cuadros en un momento dado.

¡Ah, mira, lo reconociste! Es mi rabbi. Siempre le digo si quiere venir a ver algún rodaje y ese día vino y le dije bueno, ¿querés aparecer? Mi esposa también es mi esposa de verdad.

Me gusta y me choca, porque para mí la religión existe un poco en oposición a cosas como el cine. 

El Rebe de Jabad dice que si uno tiene un oficio en el que se considera que puede hacer cosas bien lo tiene que aprovechar para hacer lo mejor posible, no dejarlo de lado. Trato de hacer eso de alguna manera. No hago películas judías pero los rodajes son kosher. Así si hay actores judíos comen comida kosher y se ponen los tefilin. A lo mejor porque yo vi todo tipo de películas antes, no nací así religioso. Me crié con todo tipo de cine y ese es el cine que hago. 

Como el mumblecore. Ahora que Irene está en Chicago no dejamos de bromear con que a ver si queda con Joe Swanberg y lo entrevista. 

¡Yo lo vi hace poco a Joe Swanberg! Lo vi en el Mar del Plata y pasó Juana Banana en su cine. Lo readmiro, es un capo. Y también con Andrew Bujalski, el director de Funny Ha Ha. Tengo una anécdota rebuena con él. Yo no sabía que iba a venir al festival y le vi en el pasillo del hotel. Le pregunté: “¿Vos sos Andrew Bujalski? Me encanta su cine, bla, bla”, y le dije que iban a poner mi película. Pensaba que no iba a venir, pero me dijo “bueno, te espero en el lobby”. Entonces fuimos en auto a encontrarnos en un barcito con todo el resto del equipo, al lado del cine, y yo llevaba bananas para repartir a la gente. Así que estaba yo, de noche, en el coche con Andrew Bujalski y con una bolsa de bananas enorme. Para mí es uno de los grandes, de los que más ganas me dieron de hacer películas. Fue buenísimo. Me dijo que quería hacer una película en Argentina. Pero nunca la hizo.

A nosotras también nos han dicho que iban a hacer películas en Madrid y…

¡Yo lo voy a hacer! Me traje la cámara y estuve filmando hoy. Contacté a través de unos conocidos con una chica argentina que está viviendo en Madrid. Vive acá pero va a venir a Buenos Aires dentro de unos meses y mi idea es terminar de filmar algunas cosillas de interiores ahí. Pero me he recorrido todo Madrid.

Matías Szulanski tuvo la amabilidad de demostrarlo enviándonos desde Argentina esta still del metraje que filmó en Madrid. Todavía te puedes fiar de la gente.

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